En mi testimonio compartido la semana anterior comenté que el día que recibí el diagnóstico negativo de parte de mi médico, me derrumbé. Ese día hablé por teléfono con mi mejor amiga, y lloré. Abracé fuertemente a mi esposo, y lloré. Pensé en muchas cosas, y lloré. Lloré mucho. A cada rato. Quería mostrarme fuerte ante mi esposo y mis hijos, pero tenía un mar de emociones y lágrimas que me estaba ahogando, así que dejaba que se derramara tras cada sonrisa de mis niños y sus tiernas voces hablándome, tras cada palabra amorosa de mi esposo, tras cada pensamiento de un futuro incierto, con un posible espacio vacío en la mesa de la familia. Pero doy gracias a Dios por haberme llevado a Su palabra a tiempo para librarme de esos pensamientos negativos que solo me hacían sentir miserable. Cuando decidí ser barro moldeable en Sus manos después de leer Jeremías 18:4-6, compartí la revelación con mi esposo. Si yo iba a ser barro moldeable en las manos del Alfarero, significaba que iba a comenzar a experimentar cambios. Él iba a iniciar un trabajo de transformación en mí, y en esta ocasión, la rueda del Alfarero estaba sobre una barca en medio de una tormenta, así que necesitaba ciertas «protecciones» que me rodearan para que los golpes de la tempestad no me lanzaran al vacío.
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AutoraElena de Medina. Traductora y editora de literatura cristiana. Empresaria. Esposa y madre. Su mayor anhelo es cumplir con los sueños y el diseño de Dios para su vida. Su pasatiempo favorito es la lectura. Su anhelo es poder ser una mujer que inspira a otras a vivir para el Señor. Archives
marzo 2018
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