En los primeros días de septiembre del año anterior (2015) recibí un reporte médico de esos que tienen la capacidad de golpearte fuerte, de robarte toda alegría y de lanzarte al vacío de un futuro incierto. Los exámenes revelaron que había un tumor de tamaño mediano en mi útero. Todos los síntomas y pruebas apuntaban a que se trataba de un cáncer maligno con la posibilidad de que estuviera extendido. Mi médico optó por ser directo y no darme muchas esperanzas. Con honestidad te digo, ese día no vi un rayo de luz. Pocos días antes había fallecido una amiga de mi infancia que también recibió el mismo diagnóstico solo seis meses antes del día que partió. Sentí que mi destino era el mismo y que mi tiempo en este mundo había llegado a su fin. Me sentí triste. Me inundó el pesar de saber que mis hijos, que aún son pequeños, quedarían sin su madre. Me puse a pensar qué iba a ser del futuro de mi esposo. Me asfixiaron las imágenes de un cuadro trágico y lúgubre en el curso de la vida de mi familia. Entonces me vi a mí misma en ese hoyo de la desesperación, ahogada por los pensamientos a los que yo estaba dando rienda suelta. Y desde el fondo de ese lugar oscuro, clamé al Señor. Le pedí que me rescatara, que me guardara de la falta de fe y de una actitud negativa. Le rogué que me librara de mí misma.
El comentario de estos versos en la Biblia de Estudio para la mujer (Holman), dice: «Jeremías había observado al alfarero en su rueda por un rato, viendo su habilidad y dominio sobre la arcilla. El alfarero pensaba moldearla para hacer determinada vasija; pero, dependiendo de la calidad de la arcilla, el alfarero tenía la libertad para seguir un plan alternativo de acuerdo con lo que él considerara oportuno». ¡¡Qué revelación!! De inmediato comprendí lo que estaba pasando. Yo era una vasija que se había echado a perder. El Alfarero me tenía sobre su mesa desde mucho tiempo atrás, pero yo no había sido barro moldeable. Me vi a mí misma sobre la rueda como barro de mala calidad. Él no había logrado hacer de mí la vasija que Él tenía en Sus sueños. Yo tenía demasiados rencores, mi vida estaba llena de pecado y religiosidad. Aunque conocía mucho de la Biblia, mi nivel de obediencia al Señor no era proporcional a mi nivel de conocimiento. Tampoco había procurado tener una relación realmente íntima, personal y real con Dios. Entonces todo cobró sentido. Simplemente había llegado el tiempo oportuno en el que el Alfarero tenía que apegarse al plan alternativo para poder modelarme y hacer de mí la vasija que Él ya había determinado. Y una vez más, vi la luz de la esperanza. Le pedí perdón a Dios por haber sido rebelde. Pedí que me perdonara por no haber sido barro moldeable en Sus manos y me entregué por completo a Él. Decidí derretirme sobre Su rueda, convertirme en barro moldeable en Sus manos y dejar que Él me modelara según Sus sueños para mí. Esto me dio la certeza de que Dios estaba llamando mi atención de una manera muy particular. Le dije a Él que, sin importar lo que pasara con mi salud, yo iba a confiar en Su soberanía y en el diseño que Él tuviera para mí, siempre. —Señor, desde hoy yo no soy más que barro en tus manos; y Tú eres mi Alfarero. ¡Modélame según Tu diseño para mí! Tras dos meses de exámenes, los médicos consideraron que lo mejor sería extirpar el tumor y descubrir qué otros órganos estaban afectados, para entonces proceder con el tratamiento adecuado, si aún hubiera esa posibilidad. El día de la operación llegó. Durante todo el tiempo de preparación (que comenzó desde el día anterior), en mí había una expectativa muy fuerte. Yo pensaba: Bien, el tumor está ahí, no hay duda de eso. Señor, ¿qué estás haciendo en mí ahora? Pase lo que pase, confío que es lo que Tú has diseñado. Tú eres el Alfarero. Al terminar la cirugía, todavía en el quirófano, el médico me despertó y en un tono de asombro y confusión a la vez, me dijo: «Elena, ya terminamos, pero no encontramos nada. ¡El tumor no está! Lo buscamos y rebuscamos, en cada rincón, pero no lo encontramos. Desapareció. ¡¡No sé qué pasó!!» ¡¡¡Un milagro!!! —pensé yo. Quería decírselo al médico, pero la anestesia aún tenía adormecida mi lengua, así que solo brotaban lágrimas de alegría y gratitud, mientras mi corazón se desbordaba de emoción. Sentí que Jesús estaba conmigo en ese mismo instante. Sentí que Él me abrazaba porque yo todavía no podía levantarme para correr hacia Sus pies, para abrazarlo fuerte, para besar Sus manos y quedarme como niña dormida en Su regazo. ¡¡¡Mi Alfarero me volvió a hacer!!! Los médicos no estaban convencidos todavía; los análisis anteriores no daban esperanzas y ahora todo parecía normal. No tenía sentido. Entonces hicieron más pruebas a los tejidos que habían extraído. ¡Muchos exámenes patológicos! Después de cinco semanas finalmente me entregaron los resultados. —Todo está bien. Todo está limpio. No hay rastros de células cancerosas. No hay de qué preocuparse —dijo el médico. La vida continúa —pensé—, pero esta vez no vivo yo, Cristo vive en mí. Y no viviré más como barro de mala calidad. Seré arcilla fina en manos del Alfarero. Déjame que te pregunte algo. ¿Qué tipo de barro eres tú en la rueda del Señor? Si te ves a tí misma en esa rueda como buen barro, sigue adelante, procurando ser siempre mejor. Pero si te ves como barro que ha tratado de salirse de Sus manos, te invito a que cambies de actitud. Quédate quieta en Su rueda. Decide ser barro suave. Déjate modelar por el Señor, desde hoy mismo, y comienza a vivir según el diseño que Él ya tiene planificado para ti. Te sorprenderá lo que Él puede hacer contigo y pronto comenzarás a ver cómo él te da la forma de una vasija hermosa. ¡Que toda la gloria y la honra sean para el Alfarero! Acabas de leer Barro en manos del Alfarero. Te invito a dejar tu comentario y a compartir este artículo con otras mujeres a las que les puede ser de inspiración. Gracias.
1 Comentario
Mercy
9/22/2018 02:30:39 am
Éste versículo bíblico ha cobrado una importancia especial en mi vida. Es la palabra que Dios me ha dado después de una ruptura sentimental que he sufrido . Necesito que Dios me haga de nuevo.
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AutoraElena de Medina. Traductora y editora de literatura cristiana. Empresaria. Esposa y madre. Su mayor anhelo es cumplir con los sueños y el diseño de Dios para su vida. Su pasatiempo favorito es la lectura. Su anhelo es poder ser una mujer que inspira a otras a vivir para el Señor. Archives
marzo 2018
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